Y ahora que Gandolfini está muerto
donde están las promesas de una tarde de frío y otoño
de sentir que el alma se amarillea y cae,
digamos, sentir la voz de Sinatra, la voz del Bourbon y de los cigarrillos interminables,
de los cuartos de hotel
de nuestras charlas nocturnas
cuando bosteza el cantinero y en invierno alarga la noche.
Vale decir que me ha vencido la nostalgia, al menos este round,
y que mi amigo Sanchez comparte mi amor a la melancolía de los finales.
Y ahora que Gandolfini está muerto y el New Jersey Turnpike pierde sentido,
se borronean los mapas y los nombres
la vida también empieza a calificarse por años, como los vinos,
y la voz de Sinatra diciendo: este fue un muy buen año-
Este fue un muy buen año.
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