La polenta siempre me pareció maravillosa pero en mi familia la hacían poco y nada. Sin embargo me acuerdo que se solía comer con queso y tuco con salchichas, que era una de las formas más típicas de hacerla acá en Argentina. Luego con los restaurants gourmet vino la polenta un poco más variada, como los triángulos de polenta fritos o la polenta al forno. En todo caso la forma de preparación es siempre la misma y luego se le da la terminación que uno desea. También recuerdo un cuadro de Bruegel el Viejo en el cual están sirviendo algo que al menos parece polenta.
Es un fabuloso plato de invierno, rico en vitamina B, calórico y vigorizante. Combina perfecto con casi cualquier elemento de la heladera: cebolla, queso, huevo, tomate, puerro, acelga, zanahoria, remolacha, carne, salsas. En lo personal me gusta prepararla tipo lasagna: una capa de polenta de base, luego varias capas de verduras (la última vez utilicé berenjenas, zucchinis y zanahorias), una capa de queso fresco, una capa de salsa, y finalmente una tapa de polenta, otra de salsa y arriba de todo, gruyere cortado con el pelapapas para que gratine. Ahhhh, y en la medida de lo posible hay que usar la polenta real, la que hay que hervir y revolver como media hora. Vale la pena la diferencia.
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