Hace unos días me detuve en un artículo del diario El País en donde se manifestaba que pese a las normativas de la Unión Europea, Italia se ha negado sistemáticamente a declarar cual es su producción de aceite de oliva. Oficialmente se declaran entre 500 y 600 mil toneladas anuales aunque se sospecha que la cifra real está más cerca de las 350 mil toneladas. Los españoles, que son los primeros productores y exportadores del mundo con 1.5 millones de toneladas, se quejaron durante décadas sobre esta travesura italiana hasta que finalmente comenzaron a asociarse e incluso a comprar plantas de producción de Italia. De cualquier manera se presume que la diferencia de 200 mil toneladas en la producción italiana ¡viene de España!
Pese a esta situación, los consumidores de aceite de oliva en el mundo identifican el producto de mayor calidad más con Italia que con España. Por ese motivo los productores españoles empezaron a comprar empresas italianas -tal vez el caso más renombrado ha sido la compra de Bertolli por parte de SOS (ahora Deoleo) en el 2008- o a embotellar parte de su producción destinada a la exportación en Italia, como en el caso de Borges.
Esta decisión además se basa en otra premisa: uno de los mercados de mayor crecimiento es el norteamericano donde el aceite de oliva se asocia directamente con Italia desde íconos culturales como la película El Padrino, cuya primera tapadera era la compañía Genco Olive Oil, una importadora de aceite de oliva situada en Little Italy que finalmente termina siendo la primer importadora de los EE.UU.
Lo que está en juego son nada menos que 260 mil toneladas que en los próximos cinco años serán 360 mil, o sea, el diez por ciento de la producción mundial.
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